Algunas cosas son muchos horripilantes para hablarde ellas.—¿Tiene algo que ver con el pulgar que te falta? —pregunté.De pronto, sus labios arrugados se cerraron con fuerza y la mano quesostenía el puro (la mano a la que le hacía falta el dedo pulgar) empezó atemblar muy levemente.Esperé. De pronto se había encerrado en símisma absolutamente. Se había terminado la charla.—Buenas noches, abuela —dije, levantándome del suelo y besándola enla mejilla.No se movió. Salí despacio de la habitación y me fui a mi cuarto.

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Estos estampados interesantes y versátiles han conquistado el corazón de la multitud joven, convirtiéndose en un símbolo de estilo y vericidad. La señora Jenkins berreó todavía más fuerte. Mi abuela, llevándome ensu mano, dio media vuelta y se fue del comedor. —le preguntó mi abuela al portero,un hombre prominente con un uniforme verde. En seguida comprendí, naturalmente, que esta no era otra que La GranBruja en persona. También comprendí por qué razón llevaba una máscara.

¡Mucho más vale que salgas pronto de ahí! No tienes la menor posibilidad. ¡Están aquí, en el hotel, vestido infantil primavera verao en este preciso momento! No charles y no dejesque te vea nadie. —Es un castillo —ha dicho mi abuela—. —¡Los niños son sucios y apestosos!

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Rápidamente, metí la cabeza detrás de la patade la cama.—Así que estáis ahí, rranitas mías —la oí decir—. ¡Mucho más vale que salgas próximamente de ahí! —gritó La Enorme Bruja.Me asomé otra vez y la vi acercarse al balcón.—¿Quién está en mi balcón? ¿Quién seatrreve a entrrarr en mi balcón? Salió al balcón.—¿Qué hace esta lana aquí colgando? —la oí decir.—Ah, hola —ha dicho la voz de mi abuela—.

Y los 2 son peligrosos. En el planeta de las brujas pasancosas muy misteriosas.—Me has hablado de 2 —dije—. Lo hecomprobado.Yo me ponía nerviosísimo con todo esto.—Y esa dirección que te dieron, abuela, debe de haber sido el cuartelgeneral secreto de La Gran Bruja.—Lo sigue siendo —ha dicho ella—. Habían encontrado su pasaporte en la habitación, y en élconstaba la dirección. De esta manera consiguen disfrutar de sus heroínas cotidianamente.

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En el momento en que llegó a laaltura de los zapatos, se agachó y los cogió. Al hacerlo, metió la mano biendentro del zapato en el que yo se encontraba escondido. En el momento en que uno de sus dedosme tocó, vestido infantil primavera verao la mordí. Fue una estupidez, pero lo hice instintivamente, sinpensar. La camarera dio un alarido que debió oírse en los barcos quecruzan el Canal de la Mancha, dejó caer los zapatos y salió corriendo comouna flecha. ¿A quién se le habríaocurrido una cosa de este modo?

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—Es un castillo —dijo mi abuela—. ¡Y lo impresionante es que en esecastillo estarán todos y cada uno de los nombres y direcciones de todas y cada una de las brujas delmundo! ¿De que otro modo podría La Enorme Hechicera regentar sus negocios? ¿Cómo iba a convocar a las brujas de los diferentes países a los CongresosAnuales? —¿Dónde está el castillo? —Adivínalo —ha dicho ella.—¡Noruega!

Allí abajo,lejísimos, los pequeños que jugaban en la playa eran del tamaño de unescarabajo. El calcetín empezó a balancearse gracias a la brisa. Miréhacia arriba y vi la cabeza de mi abuela asomando por encima de labarandilla.—¡Ya casi andas allí! Noté un ligero golpe contra el suelo.—¡Entra!

Sé que no soy un niño yque no volveré a serlo nunca, pero estaré bien, mientras estés tú paracuidarme.No lo afirmaba solo para procurar consolarla. Era totalmente sincerorespecto a eso que sentía. Es posible que te parezca raro que yo no llorara.Verdaderamente, era extraño. La verdad es que no puedo explicarlo.—Como es natural que te voy a cuidar —murmuró mi abuela—.

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Comencé a roer furiosamentela lona del colchón sobre mi cabeza. Mis incisivos eran extraordinariamenteafilados y no tardé bastante en llevar a cabo un pequeño orificio. Me metí dentro yagarré el frasco por el cuello. Lo empujé para que saliera por el orificio yluego salí yo.